Imaginario lotaviano XI

11.1.1     Macizo de Tarco

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    Al oeste, Tarco, la frontera pétrea y feraz que obstruye el valle. Sobre su cumbre, el sol poniente, detenido un instante, fraguaba un tiempo sin transcurso; [...] El sol, desde el elevado crepúsculo, infiltraba sombras en los escarpes del macizo, degradándolo a una rampa oscura y sin relieve y, además, asperjaba su luminosidad violácea sobre el valle y las casas de Lotra.

     Lugares propicios al amor, inédito.

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       Miguel Monteverde ha hecho en menos de una hora el trayecto desde la plaza del Carmen, cercana al puerto, hasta este ensanche surgido en fechas recientes en las estribaciones del espectacular macizo de Tarco, que ocluye la llanura costera de Azguán donde se asienta Lotra (...).

     Quién como yo, pág. 33.

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       Pero ahora, meditabundo en el convencimiento de que jamás volvería a correr, [Vilegio Pri] observaba la impresionante depresión que se abría entre el macizo de Tarco (a cuya vera él se encontraba) y el de La Pared, agrietada en la parte que descendía desde Azguán por barrancos anchos y poco profundos en cuyas lomas podía divisar construcciones y sembrados y las líneas estrechas de las carreteras y la franja amplia y oscura de la autopista que conducía al mar; miraba los pequeños pueblos del interior que se acrecían hacia la costa hasta confundirse con el batiburrillo en que había convertido a esta parte de la isla la ciudad de Lotra.

     Lo que queda en el aire, pág. 21 (El atleta descalzo).